“Las cosas tienen movimiento”, es la historia de una canción de Fito Páez que el Flaco versionó para la eternidad. Por qué el fútbol era su filtro a la realidad.
Por Félix Mansilla
La referencia Spinetta y el fútbol contiene mil historias. Su infancia en el Bajo Belgrano con picados en las veredas del Monumental; el banderín de River Plate en la cabina del Capitán Beto y su canción “La bengala perdida”, de 1987, que está inspirada en un episodio fatídico en las tribunas del fútbol argentino. La letra es un reflejo de su mirada y de sus metáforas: “La bengala perdida se le posó, allí donde se dice gol”, escribió el Flaco.
Poética y realidad, prosiguen al cantar: “Por un color, solo por un color / no somos tan malos/ ya la cancha estalla en nada”. Hacia el final, una reflexión: “De las tribunas se puede regresar/ tan solo hace falta ser de masa gris”, para repetir sin freno, “jugando hasta no poder”.
El Flaco fue un puente consejero de su público: “Se cuidan”; “no paniqueen”; “no manejen alcoholizados”. En 2007, en el Teatro Alberdi de Tucumán, el Flaco aprovechó el hueco entre canciones y dio su mensaje de paz y de basta de violencia en el fútbol. “Si fuera por la paz en el mundo, te juro que me pongo la de Boca”, dijo. Su plan simbólico: “Los jugadores de Boca y de River, tendrían que jugar un partido con las camisetas invertidas para que entiendan que el color es un boludez que nos separa”, marcó.
Las cosas tienen movimiento, pero ¿qué es una canción? No es sólo el conjunto de letra y música. Es un artefacto sonoro, es el reflejo de un momento que se vuelve eterno. Pero, qué es no se sabe: se siente, llega en su esplendor. Aterriza en los oídos, se mete por la piel y se expande en cada poro. Son vibraciones de comunicación y sentimiento. Las canciones son muchas cosas. Y tienen una historia. Sobreviven el paso del tiempo, no envejecen, se añejan como la madera.
“Las cosas tienen movimiento”, fue escrita por Fito Páez en 1985, antes de la grabación del disco Giros y de La la la, que grabó junto a su maestro Luis Alberto Spinetta, en 1986. ¿Es una canción de amor, de despedida? Fito contó que en aquellos días un amigo tenía una enfermedad terminal y que el momento de la noticia le sirvió de inspiración para atravesar la tristeza y la cuenta regresiva. Fito explicó que “fue una canción de aliento hacia él, el texto y cierta mirada esperanzadora de los días que le quedaban en ese momento”. La suerte le dio vida al amigo y venció a la enfermedad innombrable. Vale aquí la letra en prosa:
Las cosas tienen movimiento
«Muchas veces me pregunto qué estamos haciendo acá. Dejo de pensar y veo que al final siempre estarás en mí. He llegado a no escucharte tocar fondo. Tanta inmensidad, perdidos de verdad aquí (…) Una voz, como un sentimiento o una canción. Algo más que me ayude a despertar. A seguir, a no bajar la guardia. Siempre a seguir.
No esperes, no te enseñaré a vivir. Movimiento, las cosas tienen movimiento. La oportunidad de estar en libertad (…) Como un soplo, como una lluvia, como un rayo, una luna, oxigenarás mi vida hasta estallar. Es que siempre estarás… Siempre estarás en mí».
La canción fue pensada para el álbum Giros, pero, según el propio Páez, “quedó afuera del disco porque no estaba dentro del concepto, era de otro palo la canción”. Entonces, de nuevo otro amigo, Juan Carlos Baglietto, le pegó el mangazo a Fito. “Quedó ahí huérfana la idea hasta que la escuchó Juan y me la pidió para su álbum”. Páez refiere al disco Modelo para armar de Baglietto, lanzado en 1985. Sigue Páez: “Con su interpretación, su voz y esa cosa medio italiana, la revivió y la transformó en una canción popular”.
“Luisito fue el que recuperó el tema para mí”, confesó Fito años después. “Cuando la escuchó dijo: éste es el tema y le agregó una intro en la que le da una vuelta más de tuerca con la armonía”. El orgullo de que el Flaco la reflotó del repertorio. “Creo que, desde que lo descubrió, la tocó en cada concierto que hizo”. Cierra Páez: “Es un tema que a mí recién me volvió a gustar después de la versión de Luis Alberto”.
Lo cierto es que en el universo Spinetta, el fútbol fue la clave de raíz popular. Junto a su hijo Dante, asistían los domingos al Monumental durante muchos años. En el último tiempo y con su enfermedad avanzada, el Flaco miraba los partidos en la cama, con una camiseta del Millonario sobre el regazo. El fútbol como memoria de un criado en estas tierras. Spinetta, el hombre y la poesía y de su poesía la calle, el amor, las personas, el cotidiano.
En La la la, aparece la hermosa “Asilo en tu corazón”. Suena hoy como una resignificación plagada de señales. El Flaco cantó: “Y en tu nombre yo brindo en la nada, vestido de gris / en tu nombre me olvido del cuerpo y me olvido de mí/ en tu nombre es que habrá que seguir, y seguir, y seguir, y seguir / pidiendo por siempre un asilo en tu corazón”.
Algo de todo eso es una pequeña parte de la búsqueda en cada canción de Spinetta. Son universos.
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Para Fito Páez Spinetta fue un faro, como Charly, como Nebbia, Dylan y los Beatles. Así, lo refleja en “Gracias”, del disco Rodolfo de 2007, donde también homenajea a Charly y Litto. Está sobre el final de la obra, y canta: “La guitarra de Spinetta está en casa / una vez se la olvidó. / Cuenta historias desde el Bajo Belgrano / donde alguna vez sonó. / Se vuelve invisible y es tan increíble / Beto le habla desde el sol. / Ama a una azafata de un tren fantasma/ son los rayos del amor”. Otra vez las “cosas”, en tanto, música y cotidianeidad. El propio Fito agradeció a Spinetta haber sido la mano amiga en años posteriores al crimen familiar.
Un día viajaron a Rosario a tocar. El Flaco no quiso hotel y prefirió dormir en el living de la casa. A la mañana siguiente, Rodolfo despertó primero. Desde el pasillo observó una imagen que transformó el comienzo del día en lágrimas de alegría. Spinetta dormía acurrucado a lo largo del sillón, justo al lado del combinado Ranser en el que Fito gastó el primer disco de Invisible. Como cantó en “Gracias”, sus músicas “nos cuentan que algunas cosas están en su preciso lugar”.
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Noviembre 2012, Biblioteca Nacional. Fito homenajeó a Spinetta y entre historias y anécdotas con el Flaco de River, contó que la noche anterior al concierto y “un poco borrachín”, escribió unas líneas sobre el amigo ausente. “La gente habla de la luz al nombrarlo, incluso yo. Error, porque luz no es amor, amor es él; Luis es amor. La luz viaja de manera física, conocible y comprobable a través del tiempo. Luis es inmanejable, salvaje y único e incomprobable; así el amor, Luis”, cerró.
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Paradojas del destino de un tiempo que vendría. La dedicatoria de Fito a quien lo necesitó en el 85 y la versión de su canción que hoy suena más a Spinetta que a Páez y a Blaglietto. “Las cosas tienen movimiento”, aparece cantada por el Flaco en el disco doble en vivo Mi vida con ellas, de 2004, donde Fito amalgamó todo su repertorio repleto de hits de esos que atraviesan generaciones.
Hoy, la versión más sentida quizá, es la del registro en vivo del 4 de diciembre de 2009, en el estadio de Vélez, donde Spinetta festejó sus 60 años. Cerró la voz de Fito infinita y un sentido, “siempre estarás, Luis Alberto, en mí”.
Noche larga. La soledad es un amigo no está.
Semanas antes de aquel show de más de cinco horas con sus bandas Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade y Los Socios del Desierto, Spinetta sumó a un puñado de amigos, como Charly, Cerati, Mollo y Juanse y Fito pasó por la sala. Entre varias canciones, hicieron “Las cosas tienen movimiento”.
Al terminar de ensayarla y después del “siempre estarás en mí”, Fito respetó el silencio y luego desde el piano, dijo:
—Qué cosa linda que sos, Luis.
Y el Flaco, acurrucado en su butaca, respondió:
—Me hiciste feliz, inmensamente feliz.
Presente. El Flaco se acomoda los lentes. Llora, un poco nomás. Fito le tira un beso con la mano, se para y se acerca. El Flaco está quebrado en su butaca, llora un poco más. Tiene entre las piernas una stratocaster rojo-gallina que apunta para arriba. Lleva una remera roja con las iniciales D.F.N.Y.
Fito y Luis se abrazan unos diez segundos. El Flaco se acomoda los lentes y vuelve a su butaca. Toma del piso un vaso descartable, bebe agua en sorbo corto.
Alguien en la sala pronuncia, “el corazón de Spinetta”. Al rato, pregunta: “¿La hacemos, Luis?”. El Flaco, dice: “Sí”.
De repente, corta el aura del ensayo y de la nada, saca una frase universal, que rompe la atmósfera, el llanto, la belleza.
El Flaco, acurrucado en su butaca, corta parte del aire:
—¿Vamos a la cancha el domingo? —risas, más risas—.
—Dale, vamos a la cancha —contesta Fito.
—Para volver a la realidad. No sé cómo volver ahora.
Y el Flaco, acurrucado en su butaca, prendió un pucho y siempre estará.