Los gigantes de Europa impulsaron una nueva competencia que podría cambiar el fútbol tal como conocemos. Intereses, consecuencias e interrogantes por el nuevo juguete de los ricos.
Por Nicolás Sotomayor
El juguete de los ricos
Un puñado de clubes de la élite europea concretaron una competencia para ellos solos. A decir verdad, un puñado de super ricos, que hace tiempo accedieron por intermedio de franquicias a la estructura financiera del fútbol, ahora precisan compartir una misma mesa con los privilegios elitistas. Se desenvuelven con una naturalidad similar a la de un grupo de amigos que eligen a los mejores en la PlayStation, adquieren jugadores de ensueño y crean un nuevo torneo a su antojo.
Pero el fútbol no es sólo un juego. El fútbol es un deporte con las variantes atractivas de la competencia misma, las identidades en escena y la posible épica de los débiles. Pueden presentarse partidos dramáticos, aburridos, entretenidos, trágicos. Lo imprevisible, aunque sea una posibilidad menor, es el motor singular del fútbol. La calidad y la diversión del fútbol exentas de otras variables lo transforman en un producto artificial, como si fuese el juguete de los ricos.
Se anticipó a la jugada
El Comité Ejecutivo de la UEFA quiso contrarrestar esa idea que rondaba en la cabeza de los clubes ricos, la de crear una Superliga al margen de la máxima entidad europea. Por eso propuso la Liga de Campeones reformada, con diez partidos de grupo en un formato al estilo suizo. Pero, un día antes, en la tarde del domingo europeo, el grupo separatista anunció la nueva competición y provocó un revuelo en el fútbol global.
Los 12 fundadores de la llamada Superliga son seis clubes ingleses («Big Six»), tres italianos y tres españoles. Real Madrid, Manchester United, Juventus, Barcelona y Liverpool lideraron la iniciativa, y luego se sumaron Atlético de Madrid, Arsenal, Tottenham, Manchester City, Chelsea, Inter y Milan. Florentino Pérez (presidente del Real Madrid) será el presidente de la competición, y Andrea Agnelli (presidente de la Juventus) y Joel Glazer (propietario del Manchester United) lo escoltarán en la vicepresidencia.
Se desenvuelven con una naturalidad similar a la de un grupo de amigos que eligen a los mejores en la PlayStation, adquieren jugadores de ensueño y crean un nuevo torneo a su antojo.
La Superliga invitará a otros tres clubes al certamen—aguardan por PSG, Bayern Múnich y Dortmund— y ese grupo de 15 tendrá el privilegio de no descender en su propio torneo. Además, intentarán que otros cinco se clasifiquen cada año. Así, serían 20 equipos que quedarían divididos en dos grupos de 10, con partidos a ida y vuelta. Los tres primeros de cada grupo accederían a la instancia de eliminatorias a ida y vuelta a partir de cuartos de final. Los cuartos y los quintos jugarían un repechaje para completar los ocho equipos de cuartos. Eso es un total de 197 partidos contra los 125 de la Champions League.
No obstante, la UEFA presentó el lunes (19 de abril) una nueva Champions con 225 encuentros para 2024. Tendrá un formato en el que 36 equipos disputan 10 partidos cada uno, determinados por cabezas de serie. Los privilegiados ocho primeros avanzarán a octavos de final, mientras que entre el noveno y el vigesimocuarto competirán por los otros ocho puestos.
El reparto de la torta
Según el diario El País de España, se repartirían 3.525 millones de euros de entrada. En el caso de que sean 15 los clubes fundadores (12 más los tres invitados) se distribuirían de la siguiente manera: 350 millones de euros para seis, 225 para cuatro, 112,5 para dos y 100 para tres clubes. Se estiman 4.000 millones de euros en ingresos por televisión: un 65% para los clubes fundadores, otro 20% por méritos deportivos en el torneo y un 15% por distribución comercial. A cada club ingresaría como mínimo unos 60 millones sólo por participar y el ganador se quedará con más de 250 millones de euros, más del doble que en la Champions. El banco estadounidense JP Morgan anunció que será uno de los financiadores.
Juego de intereses
La creación de la Superliga es una decisión económica a corto plazo y un manejo del control del poder a largo plazo. Por lo pronto, los clubes más poderosos del planeta necesitan paliar la crisis económica por efecto de la pandemia y, en algunos casos, por la mala administración de fondos. A principios de este año, la memoria anual de cuentas de Barcelona publicó una deuda de 1.173 millones de euros y de esa manera sufre una de las mayores crisis financieras de su historia. En el segundo semestre del año pasado, Juventus registró pérdidas de 113 millones de euros y su patrimonio neto pasó de 329 millones de euros a 125 millones. Según el diario The Times, los propietarios chinos del Inter buscaron en febrero una financiación de emergencia de 167 millones de euros para solventar sus principales deudas.
Ninguno puede realizar grandes desembolsos de dinero en incorporaciones rutilantes.
Ninguno está preparado para afrontar «un torneo económico».
Los super ricos precisan comprar a los mejores jugadores para que el producto funcione en términos de imagen, prestigio y capital financiero.
Por eso los 12 clubes impulsores de la Superliga precisan manejar la caja que, según ellos, les pertenece y hasta ahora lo maneja la UEFA. Tomar el mando también significa no prescindir de sus propios patrocinadores y explotar los derechos comerciales desde las plataformas digitales. Y eso que el reparto de la UEFA nunca resultó equitativo: en la Champions de 2019, por ejemplo, Barcelona recibió un 50% más en premios que Ajax, el otro semifinalista.
Posibles consecuencias
El panorama es complejo. Ni siquiera la Ley Bosman —apertura sin límite de contrataciones de jugadores extranjeros en la Unión Europea, a partir del «Caso Bosman»—, otro punto de inflexión de finales de 1995, puede haber hecho un cambio tan drástico en el fútbol. No sólo será la caída de la Liga de Campeones, sino que también perjudicará al resto de los clubes europeos y a sus respectivos torneos domésticos en términos competitivos. En Inglaterra, con seis representantes en la flamante competición, fueron a fondo desde el inicio e instaron a esos clubes a retirarse de la Premier League.
La FIFA y la UEFA amenazaron con dejar afuera de los mundiales o competencias continentales a aquellos futbolistas que participen en la Superliga. Del otro lado no se sienten intimidados al creer que ambas entidades no prescindirán de las grandes estrellas para las mencionadas citas.
¿Se imaginan a Lionel Messi sin Catar 2022? ¿Qué decisión tomarán los jugadores en medio del conflicto? ¿El Mundial se transformará en un evento menor de selecciones nacionales como en los Juegos Olímpicos? ¿Las multinacionales le darán el último tiro de gracia a los Estados naciones en el plano futbolístico? ¿Dejará de existir el Mundial de Clubes o, al menos, no tendrá la misma trascendencia para los clubes sudamericanos? ¿Persistirá la atracción de los duelos entre los gigantes europeos si se repiten durante todo el año?