Un mito llamado Piraña

El fútbol del ascenso registra muchos equipos que ya no juegan más en los torneos de AFA, pero pocos tienen el atractivo de Piraña: el club que moldeó a Chirola Yazalde, una de las glorias de todos los tiempos del balompié nacional.

El ingreso al Club Atlético Piraña (Liliana Rodríguez)

Por Ezequiel Del Bueno

La institución nació el 12 de septiembre de 1942 y su particular denominación no tiene el ribete literario que nos gustaría soñar. Alcides Solé, primer presidente y fundador, era amigo de Jaime Sarlanga, goleador de Ferro y Boca a quién le habían impuesto ese apodo. En homenaje a él se puso el nombre al nuevo equipo.

Recién se afilió a la AFA en 1961, y debutó en la Primera D nada menos que ante el Arsenal de Sarandí, el club —por aquellos años incipiente también— de la familia Grondona, con empate 1-1 como chapa final.

No tuvo grandes campañas hasta 1978,  cuando logró el ascenso a la C de una manera bastante compleja. Sacachispas denunció la mala inclusión de muchos futbolistas y la AFA modificó el resultado de seis partidos y en otros quince le dio por perdido el juego a los dos equipos. El famoso escritorio batió todas las marcas.

La cuestión es que con la reconstrucción de la tabla quedaron empatados en puntos Piraña y JJ Urquiza, por lo tanto debieron dirimir el campeonato en partido desempate. En la vieja cancha de Argentinos Juniors ubicada en Agustín García y Boyacá se jugó el match definitorio, en enero de 1979. Las crónicas narran que por cada hincha de Piraña había cuatro del Celeste de Loma Hermosa. Pero eso no pesó en el verde césped. Fue 4-1 para los dirigidos por Marino Calógero y así los que eran mucho menos en el estadio desataron el festejo más grande.

Alejandro Dolina escribió: «En un lugar preciso de la cancha de Piraña acecha el demonio. A veces los jugadores pisan el sector infernal, adquieren habilidades secretas, convierten muchos goles, triunfan en Italia, se entregan al lujo y se destruyen.

Otras veces los jugadores pisan al revés y se entorpecen, juegan mal, son excluidos del equipo, abandonan el deporte, se entregan al vicio y se destruyen.

Hay quienes no pisan jamás el coto del diablo y prosiguen oscuramente sus vidas, padecen desengaños, pierden la fe y se destruyen. Conviene no jugar en la cancha de Piraña».

Sin embargo las burbujas de la fiesta fueron desapareciendo, la nueva divisional fue durísima. Apenas ganó dos partidos de 38, pero se dio un gusto histórico: vencer al poderoso Lanús. Sí, el Granate vivía el peor momento de su historia y tocó fondo en la cuarta divisional para luego resurgir con todo.

El equipo del 78′

Las penurias deportivas continuaron en 1980, esta vez en la D, lograron otra horrible campaña, saliendo últimos. En ese momento, el club se encontraba en una difícil situación económica, y los dirigentes decidieron desafiliarse de la AFA, entonces todo se vino barranca abajo. Piraña estuvo intervenido y al borde de la desaparición. La situación era tan crítica que en 2015 vecinos de Parque Patricios, ex jugadores y los hijos de los socios fundadores asumieron las riendas del club para evitar la desaparición.

Actualmente en el club se practican algunos deportes. El fútbol quedó reducido al infanto-juvenil y al femenino. Aunque el sueño de volver a la AFA —en un largo plazo— todavía sigue en pie.

Chirola, el Messi de Piraña

En su paso por el ascenso argentino, el legado de este cuadro tiene nombre y apellido: Héctor Casimiro Yazalde. El delantero firmó con el club gracias a un DT que observó sus calidades como futbolista y durante dos años jugó en la Primera mientras se continuaba con su primer trabajo: vender bananas en la calle.

Julio Grondona, presidente de Arsenal, convenció a los dirigentes de Independiente —su otro club de siempre—  y así el Rojo terminó por adquirir su pase. Así comenzó una meteórica carrera que lo llevó al Sporting de Lisboa, Olympique de Marsella, Newell´s y Huracán.

Chirola con la del Rojo, en una producción para El Gráfico

El dato más relevantes es que Yazalde convirtió 46 goles para el Sporting en la temporada 1973/1974, de esa manera se adjudicó la Bota de Oro —fue el primer jugador no europeo en conseguirlo—  por ser el máximo artillero del año en el Viejo Continente.

La marca de nacer en el ascenso la llevó hasta su momento de mayor esplendor, por ese récord recibió un automóvil último modelo que decidió vender y repartir el dinero con sus compañeros de equipo.

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